- Área: 116 m²
- Año: 1995
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Fotografías:Archivo Javier Senosiain
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Proveedores: AEPSA, Ceramica Moctezuma, Cerámica Santa Julia, Comex
Como parte de una inquietud por la búsqueda de espacios curvos, el arquitecto mexicano Javier Senosiain ha dedicado su carrera a analizar e integrar con materiales naturales el concepto de arquitectura orgánica. Posiblemente el exponente más claro de arquitectura orgánica en México, ha enfocado su trabajo en resolver sus proyectos desde la Bioarquitectura, término explorado en varios de sus textos y obras pero que sin duda encuentran origen en los fundamentos propuestos por Frank Lloyd Wright, Antoni Gaudí y Juan O’Gorman.
Parte importante de del concepto arquitectónico de su obra es el resultado de la búsqueda del espacio natural del hombre, de sus raíces, así como las tradiciones constructivas de la plástica mexicana. Esto se ha visto reflejado en distintos proyectos representativos como el Nido de Quetzalcóatl y la Casa Orgánica.
Siguiendo esta misma línea, en 1995 diseñó La Ballena Mexicana, un proyecto residencial cuya fachada con talud de piedra, hace reminiscencia del pasado prehispánico. A su vez, este elemento se utilizó como muro de contención y se combinó con cúpulas de tabique recocho –reminiscencia de la Colonia–, que reciben el empuje del terreno. Los copetes se recubrieron con grecas policromadas en bajo relieve utilizando partes del azulejo de cerámica que trajeron los españoles a México.
En el exterior la envolvente de la morada recibió un recubrimiento policromado de pedacería de azulejo de cerámica que evoca una ballena que surge del mar. La generatriz curva del volumen expresa una gran voluntad de forma, cuya esencia recuerda la volumetría pesada característica en la escultura y las pirámides prehispánicas. La envolvente, parecida a un embrión, define las zonas íntimas y la pública, separadas por un corredor que genera un espacio central abierto semejante al patio de herencia árabe. El talud suaviza el volumen y a pesar de su fuerza expresiva, el espacio abierto se siente menos agresivo, la vegetación extiende este espacio y se roba el paisaje más lejano.
En el interior se retomaron conceptos, sistemas constructivos y materiales traídos a México durante la época de la Colonia, como el uso de pavimentos de loseta de barro color naranja combinada con azulejo de cerámica. Los zoclos, baños y cocina se recubrieron con la misma pedacería de azulejo, formando grecas caprichosas en diferentes tonos.